Para recibir al Señor se necesita humildad y confianza, dijo el Papa

Ciudad del Vaticano (AICA): “La Misa es oración, aún más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime y, al mismo tiempo, la más concreta. De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y la Sangre de Jesús”, dijo esta mañana el papa Francisco, durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro en la que continuó con su catequesis sobre la misa. A los miles de fieles provenientes de todo el mundo, el pontífice les señaló que las condiciones para recibir al Señor son ser humildes y dejarse sorprender por Dios.
“La Misa es oración, aún más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime y, al mismo tiempo, la más concreta. De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y la Sangre de Jesús”, dijo esta mañana el papa Francisco, durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro en la que continuó con su catequesis sobre la misa. A los miles de fieles provenientes de todo el mundo, el pontífice les señaló que las condiciones para recibir al Señor son ser humildes y dejarse sorprender por Dios.

“En primer lugar, ser humildes, reconocerse hijos, descansar en el Padre, fiarse de Él. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños como niños. En el sentido de que los niños saben fiarse, saben que alguno se preocupará de ellos, de aquello que comerán, de aquello que llevarán, y así todo”.

“La segunda predisposición, también propia de los niños, es dejarse sorprender –continuó el pontífice–. El niño hace siempre mil preguntas porque desea descubrir el mundo, se maravilla de las cosas pequeñas porque todo es nuevo para él. Para entrar en el Reino de los Cielos es necesario dejarse maravillar. En nuestra relación con el Señor, en la oración, ¿nos dejamos maravillar? ¿Nos dejamos sorprender? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo”.

Si la Eucaristía es oración, “¿qué es la oración?”, se preguntó Francisco. “Es, sobre todo, diálogo, una relación personal con Dios. El hombre ha sido creado como ser relacional que encuentra su plenitud relacionándose en el encuentro con su Creador”.

El pontífice explicó que Dios nos llama a permanecer con Él. “Esta es la gracia más grande: poder experimentar que la Eucaristía es el momento privilegiado para estar con Jesús y, por medio de Él, con Dios y con los hermanos”.

Asimismo, el Santo Padre invitó a “rezar como un verdadero diálogo”, y recordó que ese diálogo “también implica saber permanecer en silencio. En silencio junto a Jesús. Del misterioso silencio de Dios surge su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña cómo es posible ‘estar’ verdaderamente con el Padre y nos lo demuestra con su oración”.

Por lo tanto, Francisco insistió en la necesidad de pedirle al Señor que nos enseñe a rezar. “Los Evangelios -dijo el Papa- nos muestran a Jesús que se retira a un lugar aparte para rezar; los discípulos, viendo su íntima relación con el Padre, sienten el deseo de poder participar, y le piden: ‘Señor, enséñanos a rezar’. Jesús responde que la primera cosa necesaria para rezar es saber decir ‘Padre’, es decir, ponerse en su presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, es necesario reconocer humildemente que necesitamos ser instruidos, y decirlo con sencillez: enséñame a rezar, Señor”.

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