Mons. Castagna: “El mundo actual tilda de fanatismo la adhesión a la persona de Jesús”

Mons. Castagna: “El mundo actual tilda de fanatismo la adhesión a la persona de Jesús”

Corrientes (AICA): “El mundo actual tilda de fanatismo la singular adhesión a la persona de Jesús. Para no ser calificados, con ese indeseado mote, debiéramos excluir de nuestra vida toda indefinición y ausencia de compromiso. ¡Cuántos incomprometidos e indecisos merodean nuestra moderna sociedad!”, advirtió el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, advirtió que el mundo actual tilda de fanatismo la “singular adhesión a la persona de Jesús. Para no ser calificados, con ese indeseado mote, debiéramos excluir de nuestra vida toda indefinición y ausencia de compromiso. ¡Cuántos incomprometidos e indecisos merodean nuestra moderna sociedad!”

“Alguna vez hemos mencionado la existencia de quienes se autocalifican ‘católicos’, pero no fanáticos’. Los populares ‘no practicantes’ engrosan ese listado. Muchos conciudadanos nuestros no han tenido la oportunidad de un encuentro real con Jesucristo, el autor de la fe. Por lo mismo, no llegan a ser del todo responsables de la incredulidad que padecen”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado consideró que “es entonces cuando la acción evangelizadora, confiada por Jesús a los apóstoles y a toda la Iglesia, debe empeñarse para que el mundo sea notificado del acontecimiento que lo pondrá en contacto con su Redentor”.

“Cuando se produce el mismo, aparece una nueva perspectiva de vida. De lo contrario, ¡qué triste e irrespirable se vuelve el clima social en el que se moviliza!”, sostuvo, y recordó que el X Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Corrientes, en septiembre de 2004, tenía como propósito y lema la centralidad de Cristo, presente realmente en la Eucaristía.

Texto de la sugerencia

1.- Las enseñanzas del Maestro divino. Jesús vuelve a exhortar a la confianza, hija legítima del amor. Dios está presente en nuestra pequeña vida como si fuéramos los únicos. Presta atención a nuestros mínimos movimientos y nos manifiesta, a su manera, que no estamos solos. Él llena nuestra soledad ya que, aunque todos se olviden de nosotros, Él nos asistirá: “Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá” (Salmo 27 v. 10). Después de las conmovedoras expresiones sobre las delicadezas paternales de Dios, Jesús advierte que su enseñanza exige, para nuestro exclusivo bien, que le prestemos una personal y absoluta adhesión. Aceptando su palabra es a Él a quien confesamos como único y verdadero Maestro: “Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo” (Mateo 10, 32).

2.- Comprometidos versus fanáticos. El mundo actual tilda de fanatismo esta singular adhesión a la persona de Jesús. Para no ser calificados, con ese indeseado mote, debiéramos excluir de nuestra vida toda indefinición y ausencia de compromiso. ¡Cuántos incomprometidos e indecisos merodean nuestra moderna sociedad! Alguna vez hemos mencionado la existencia de quienes se auto califican “católicos”, pero “no fanáticos”. Los populares “no practicantes” engrosan ese listado. Muchos conciudadanos nuestros no han tenido la oportunidad de un encuentro real con Jesucristo, el autor de la fe. Por lo mismo, no llegan a ser del todo responsables de la incredulidad que padecen. Es entonces cuando la acción evangelizadora, confiada por Jesús a los Apóstoles y a toda la Iglesia, debe empeñarse para que el mundo sea notificado del acontecimiento que lo pondrá en contacto con su Redentor. Cuando se produce el mismo, aparece una nueva perspectiva de vida. De lo contrario, ¡Qué triste e irrespirable se vuelve el clima social en el que se moviliza! Recuerdo el X° Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Corrientes, en septiembre del año 2004. El propósito y el lema del mismo se referían a la centralidad de Cristo, presente realmente en la Eucaristía.

3.- La centralidad de Cristo. En la Solemnidad de Corpus hemos recordado la centralidad de Cristo Redentor, presente en el Misterio eucarístico. Hoy es su enseñanza la que aparece como expresión diáfana de su centralidad. Es conveniente insistir en ella para que la relación con Él se concrete con eficacia salvadora. El celo apostólico concentraba el esfuerzo principal de aquellos hombres – los Apóstoles - constituidos en fundamento de la Iglesia: “Ustedes están edificados sobre los apóstoles y profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo” (Efesios 2, 20). La elección de los primeros siete diáconos respondió, en aquellos primeros tiempos de la fe, a la urgencia y necesidad de que los Apóstoles dedicaran todo su empeño a la predicación de la Palabra y a la fracción del Pan (Hechos 6, 1-4). Ya que: “Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar de la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). Aquella decisión oportuna mantiene hoy su vigencia. Es comprensible que el mundo no lo entienda, mientras se mantenga impermeable a la Palabra que la misma Iglesia ahora le propone. Es imprescindible que, los responsables de la evangelización, hagan resonar el mensaje cristiano en los espacios, en los que todos los hombres ponen en juego sus vidas y sus personales destinos. El misionero no es un fanático sino un responsable transmisor del mensaje confiado a los Apóstoles y encarnado en los nuevos profetas: los santos.

4.- La familia cristiana, generadora de vocaciones y cuna de santos. Causa preocupación el decaimiento de las vocaciones sacerdotales y de especial consagración. Decrecen cuando las comunidades han perdido su primitivo fervor e impulso misionero. Es allí donde debe hallarse la causa del triste y doloroso decaimiento. Es allí donde debe aplicarse la medicina correspondiente. Ella consiste en un fortalecimiento del fervor, centrado particularmente en la Eucaristía. La práctica de la devoción eucarística ofrece la prueba de su eficacia en la promoción de vocaciones: a la vida sacerdotal, consagrada y apostólica. La familia cristiana, donde el fervor mantiene alto su rendimiento, es cuna de santos. Se nutre de la Palabra y de la Eucaristía, en el seno de sus propias comunidades eclesiales (parroquias y otras instituciones y movimientos). Constituyen comunidades orantes y se distinguen, para su mejor desarrollo, por su peculiar espíritu mariano. Así lo ha dispuesto Jesús agonizante, cuando encomendó al maternal cuidado de su Madre - en Juan - a todos los hombres (Juan 19, 26-27).+

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