Mons. Castagna: “La misión de la Iglesia es promover el encuentro con Cristo vivo”

Mons. Castagna: “La misión de la Iglesia es promover el encuentro con Cristo vivo”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la Iglesia es ‘como el sacramento de Cristo’, y, por lo mismo, inseparable de su Fundador, y de la misión que Éste recibió del Padre” y sostuvo que “su actividad no es política o empresarial, es profético-carismática y sacramental”. “La misión de la Iglesia es promover, entre todos los hombres, el encuentro con Cristo vivo, hoy presente como en la madrugada de la Resurrección”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “el primer signo de la fe, puesto por el mismo Señor, sin el cual no podremos interpretar los restantes, es la Iglesia”.

“Lamentablemente, por culpa o sin culpa de los cristianos, se la considera por lo que no es: una ONG poderosa y rica”, advirtió, y agregó: “La Iglesia es ‘como el sacramento de Cristo’, y, por lo mismo, inseparable de su Fundador, y de la misión que Éste recibió del Padre”.

“Su actividad no es política o empresarial, es profético-carismática y sacramental”, sostuvo en su sugerencia para la homilía para el segundo domingo de Pascua.

El prelado subrayó que la Iglesia “está en el mundo para revelar, por su palabra y presencia de resucitado, el esplendor misericordioso de Dios. Es su misión. Si sus integrantes no la desempeñan debidamente, deviene incomprensible e innecesaria. No es que lo sea, pero, corre el peligro de ser así considerada”.

“Sus detractores, adoptando nombres y estructuras diversas, abrigan la diabólica intención de convertirla en una pieza de museo, o de denunciarla como enemiga del progreso, de la ciencia y de la libertad. Es fácil identificarlos entre personajes y movimientos de la actualidad, empeñados en atacar su doctrina, malograr su acción evangelizadora y perseguir a sus principales dirigentes (pastores)”, aseveró.

Por último, monseñor Castagna afirmó que “la misión de la Iglesia es promover, entre todos los hombres, el encuentro con Cristo vivo, hoy presente como en la madrugada de la Resurrección”.

Texto de la sugerencia

1.- El incrédulo apóstol Tomás. La Iglesia vive del Misterio que anuncia y celebra. Su Liturgia no señala momentos aislados, conectados de manera formal, al contrario, expresa en una sola Palabra todo el Misterio divino que celebra. Cristo es la Palabra formulada para que los hombres, mediante el Misterio de la Encarnación, la reconozcan y se adhieran a ella. La Pascua es un estado definitivo en la vida de los cristianos; como lo es Navidad y Pentecostés. No debemos circunscribir las grandes Fiestas de la fe en los espacios estrechos de la cronometría. La fe es para la vida; la rige y orienta, le proporciona un sentido trascendente. En las diversas apariciones de Jesús resucitado, sus directivas se proyectan al mundo y a su historia global. A esos hombres, y a la pequeña grey reunida en torno a ellos, les encarga evangelizar a todos los pueblos, de todas las épocas, “hasta el fin de los tiempos”. Para ello, les otorga el Espíritu Santo: “Reciban el Espíritu Santo…” (Juan 20, 22). Tomás está ausente cuando Jesús se hace visible entre sus hermanos Apóstoles. Recibe de ellos la Buena Noticia y la desoye: “Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Él les respondió: Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré” (Juan 20, 25).

2.- Cristo Maestro. Tomás padeció la dramática carencia de muchos contemporáneos nuestros. Me refiero al conocimiento verdadero de Cristo, enviado del Padre y expresión humana del Misterio divino. No leeremos correctamente los signos de la fe sin la conducción de Cristo Maestro: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo” (Mateo 17, 5). El primer signo de la fe, puesto por el mismo Señor, sin el cual no podremos interpretar los restantes, es la Iglesia. Lamentablemente, por culpa o sin culpa de los cristianos, se la considera por lo que no es: una ONG poderosa y rica. La Iglesia es “como el sacramento de Cristo” (Vaticano II – Lumen Gentium), y, por lo mismo, inseparable de su Fundador, y de la misión que Éste recibió del Padre. Su actividad no es política o empresarial, es profético-carismática y sacramental. Está en el mundo para revelar, por su palabra y presencia de resucitado, el esplendor misericordioso de Dios. Es su misión. Si sus integrantes no la desempeñan debidamente, deviene incomprensible e innecesaria. No es que lo sea, pero, corre el peligro de ser así considerada. Sus detractores, adoptando nombres y estructuras diversas, abrigan la diabólica intención de convertirla en una pieza de museo, o de denunciarla como enemiga del progreso, de la ciencia y de la libertad. Es fácil identificarlos entre personajes y movimientos de la actualidad, empeñados en atacar su doctrina, malograr su acción evangelizadora y perseguir a sus principales dirigentes (Pastores).

3.- La fe se transmite. El cambio, como se da en Tomás, debe ser considerado un paradigma de conversión. Desconfió del testimonio de sus hermanos Apóstoles y pretendió hacer su personal experiencia, sin mediación alguna. Jesús condescendió con su imperfecto reclamo y aprovechó la incredulidad del Apóstol para enseñar a creer: “Ahora crees porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!” (Juan 20, 29). El Señor reivindica el valor del testimonio entre los hombres, mientras incluya la fidelidad al mandato recibido y el respeto a su contenido. Tomás fue informado por quienes estuvieron con el Maestro resucitado: “Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Él (Tomás) les respondió: Si no veo las marcas de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré” (Juan 20, 25). Aquellos doce hombres debieron recorrer un sendero espiritualmente pedregoso. Son tan diversos, como diversos serán sus itinerarios apostólicos. Cada uno de ellos personificará la opción común por el divino Maestro. Basta observarlos avanzando y retrocediendo, incluso en la dolorosa traición de Judas Iscariote y en la cobarde triple negación de Pedro. Ya vueltos al redil, a partir de la Resurrección - con excepción del desesperado Judas - iniciarán un ministerio riesgoso que, casi en su totalidad, acabará en una violenta persecución y en el martirio.

4.- Quien busca la verdad, la encontrará en Jesucristo. El tiempo pascual privilegia el ejercicio de la fe en Cristo resucitado. Tomará todo el tiempo. Estará vigente, y en continuo crecimiento, hasta que se celebre el juicio universal y la Pascua haya introducido - a todos los fieles – en el Reino entregado por Cristo al Padre. Cuando hablo de “fieles” intento referirme a quienes, con honestidad, buscan a Dios, que es el Bien y la Verdad. Las palabras de Cristo confirman esta enseñanza: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7, 7-8). La misión de la Iglesia es promover, entre todos los hombres, el encuentro con Cristo vivo, hoy presente como en la madrugada de la Resurrección.+

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