Mons. Buenanueva: Jesús es luz que ilumina, calor que enciende y llama que purifica

Mons. Buenanueva: Jesús es luz que ilumina, calor que enciende y llama que purifica

San Francisco (Córdoba) (AICA): El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, envió a los fieles un mensaje pascual titulado “Cristo resucitado: fuego nuevo y joven”, en el que reflexiona sobre el gesto que inicia la vigilia pascual, con la llama que pasa del Cirio a las velas de los fieles, iluminando el templo. “Jesús de Nazaret, transfigurado por el Espíritu en la resurrección, es ese fuego de Dios para nuestro mundo”, afirma.
Monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, obispo de San Francisco, dedicó su columna semanal a reflexionar sobre la Pascua. Con el título “Cristo resucitado: fuego nuevo y joven”, su mensaje se centra en el gesto que da comienzo a la vigilia pascual: la bendición del fuego nuevo.

“La Vigilia Pascual se inicia con la bendición del fuego nuevo. De allí se toma la llama que, del Cirio pasa a las candelas de los fieles, inundando con su luz el templo en penumbras. También en él se encienden las brasas para el incienso que se ofrecerá en la Eucaristía”, explica el prelado, y señala que en este gesto “una luz vacilante y humilde se impone finalmente a las tinieblas que parecían invencibles. Es una luz que viene de las llamas jóvenes de un fuego nuevo, sobre el que ha descendido la bendición de Dios”.

Con un gesto ritual “sencillo pero elocuente”, la fe que se nutre en la lectura orante de las Escrituras y en el seguimiento de Cristo desentraña su significado, detalla el obispo: “Jesús de Nazaret, transfigurado por el Espíritu en la resurrección, es ese fuego de Dios para nuestro mundo. Es luz que ilumina, calor que enciende y llama que purifica. De Él viene la luz que disipa oscuridad y vence nuestros temores”, agrega.

Sus ojos de Resucitado ‘parecen llamas de fuego’, sugiere monseñor Buenanueva, y asegura que “no hay potencia humana que pueda sofocar la apasionada libertad con la que se ha entregado para redimir a la humanidad”.

“El Señor resucitado es, sobre todo, fuego siempre joven que hace nuevas todas las cosas. La comunión con Él nos permite nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, según la promesa del mismo Señor”, recuerda el obispo, y destaca la dimensión de la libertad: “Cristo resucitado es libre. Y nos hace hombres y mujeres libres. La libertad que se vive como entrega de la propia vida a los demás es el signo más elocuente del poder de la Pascua”.

Para finalizar, el prelado expone sus deseos para esta Pascua en una oración “surgida del corazón creyente”:

Padre, que no dejemos extinguir el fuego que Tú mismo has encendido en el mundo.

Ese fuego es tu Hijo Jesucristo. Es su Evangelio que nos habla, nos hiere y nos consuela. Nos revela tu Rostro de Padre y, por eso, nos hace libres.

A través de la entrega pascual de Jesucristo, el fuego de tu amor incondicional y compasivo ha entrado definitivamente en el mundo, para ya nunca más irse.

Al ungirnos con el Espíritu de tu Hijo, has derramado ese amor divino en nuestros corazones y los ha encendido con la misma libertad de Jesús: nos hace tus hijos y nos transforma en hermanos y amigos.

Él nos capacita para el perdón de las ofensas, la reconciliación y el reencuentro de los que estaban lejos, enemistados y enfrentados.

En ese amor hemos creído. Él es nuestra certeza y sobre él se apoya nuestra esperanza.

Que ese amor no languidezca en tu Iglesia, por miedo, frialdad o comodidad. Que sea como María, una Iglesia pobre y libre, misionera y servidora.

Que tu fuego arda siempre nuevo en las familias, en los pastores y consagrados; en los niños, en los jóvenes, y en el corazón amable de los ancianos; en los que luchan por la dignidad de la vida; en los que sienten la pasión por el bien común y la verdad; en los que se entregan a la causa de los más pobres y olvidados; en los que luchan para que esta tierra siga siendo nuestra casa común, especialmente para las nuevas generaciones.

Miramos a tu Hijo Jesucristo. Él es el Viviente que comunica vida y alegría. Viene de vencer la muerte y el pecado. Somos vocación y misión, pues Él nos llama y nos envía, pronunciando con amor nuestro nombre.
A Él nos entregamos suplicando que su Espíritu nos transfigure.

En este día santo de Pascua, te glorificamos, Padre bueno, por Cristo, tu Hijo, en la unidad, el consuelo y la alegría del Espíritu Santo.
Amén.

Por otro lado, mediante un videomensaje, el obispo animó a los fieles a vivir esta Pascua "buscando a Jesús".+


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