En Viernes Santo, mons. Radrizzani llamó a “la adoración, la admiración, el agradecimiento”

En Viernes Santo, mons. Radrizzani llamó a “la adoración, la admiración, el agradecimiento”

Suipacha (Buenos Aires) (AICA): El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB, presidió las celebraciones del Viernes Santo en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, de la localidad de Suipacha. La conmemoración de la Pasión del Señor fue concelebrada por el párroco, padre Bertie Flanagan SAC. En su homilía, monseñor Radrizzani recordó que en el Viernes Santo es fundamental “la adoración, la admiración, el estupor. En nuestro corazón tenemos que llegar a decir ‘¡Cuánto nos ha amado Dios!’”, exclamó. El Viacrucis viviente estuvo a cargo de la comunidad.
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani SDB, acompañó en este Viernes Santo a la comunidad de la parroquia Nuestra Señora del Rosario, de Suipacha. El prelado presidió la celebración de la Pasión del Señor y participó del Viacrucis viviente que recorrió las calles representado por miembros de la comunidad.

En su homilía, monseñor Radrizzani animó a reubicar la actitud de nuestro corazón: “Esto no es un velorio; esto no es evocar una sepultura, un martirio, una muerte. Esto tampoco es para llorar nuestros pecados”, señaló, y destacó que “lo fundamental de un día como hoy es la adoración, la admiración, el estupor”, para poder decir “¡Cuánto nos ha amado Dios!”.

El arzobispo advirtió “la paradoja de nuestro corazón”. Así como ante la llegada de Jesús, el Domingo de Ramos, lo ovacionaban diciendo “Hossana al hijo de David”, con mantos y palmas, y a los pocos días exclamaban “Crucifícalo”, señaló el prelado; “así somos nosotros. De repente decimos: ‘Yo quiero seguir a Jesús’, y de repente nos desbarrancamos”.

Con la intención del papa Francisco, de meditar permanentemente en la misericordia, monseñor Radrizzani llamó a que, admirados por el sufrimiento de Jesús “en el calvario, en la flagelación, la coronación de espinas, el modo en que le clavaron las muñecas”, contemplemos “el amor grande de Dios hacia nosotros”, y tratemos de “responderle lo mejor posible a tanto cariño”, para que eso nos vaya convirtiendo.

“Así vinieron los santos”, señaló el prelado, y recordó el testimonio de San Pablo: “Estoy crucificado con Cristo”; Santa Isabel de la Trinidad, que “consideraba que nosotros tenemos una humanidad complementaria: ‘Completo en mi carne lo que falta de la pasión de Jesucristo para la santidad de la Iglesia’”, Santo Cura de Ars, quien “poco antes de morir decía ‘Qué dulce es morir cuando se ha vivido sobre la cruz’”. Mencionó también a San Juan de la Cruz, que tuvo como ideal de vida: ‘Señor, sufrir y ser despreciado por ti’, a Santa Teresa de Ávila, quien “llega a decir una frase formidable: ‘Tú pruebas con la cruz a tus mejores amigos, por eso tienes tan pocos amigos’, y a Santa Teresita de Lisieux, quien “durante la noche escupe el pañuelo, ve sangre y no dice ‘me estoy muriendo’, dice ‘es un beso en la boca del Amado’”.

“Entonces hoy, así como admiramos la cruz de Cristo, nosotros nos reubicamos en nuestra vida a través de las cruces o los calvarios que nosotros tenemos”, sostuvo monseñor Agustín, e instó a no hacerle preguntas a Dios: “El dolor nos fue dado para ser amado, no para ser analizado”, aseveró.

“En este día de Viernes Santo, nosotros quisiéramos unir nuestras grandes o pequeñas pasiones a la Pasión de Cristo, unir los dolores del mundo, los motivos de sufrimiento”, recordando que “Jesús cargó sobre sus hombros los dolores del mundo: los de lejos, los de cerca y los nuestros. Las divisiones de las familias, los enfrentamientos de las familias, los enfrentamientos de las comunidades, los comentarios negativos”. Cuando nosotros besamos la cruz, señaló, “le decimos: Señor, tu vida me pertenece”.

“Si nosotros estamos convencidísimos de que Dios nos quiere hasta dar su hijo para que todo aquel que crea en Él tenga una vida sin fin, nosotros vamos a vivir de una manera diferente. Porque si llevamos un cristianismo tibio, trucho, un día bien y un día mal, no es porque nosotros todavía no hemos llegado a convertirnos, sino porque no consideramos el infinito amor con que Dios nos ha creado y con que nos está conservando”, concluyó.

En declaraciones a AICA, el arzobispo elogió el Viacrucis viviente que, preparado por la comunidad parroquial, recorrió las calles de la ciudad de Suipacha, y recordó que “el Viernes Santo no es un día de velorio, es un día de admiración, de estupor, de agradecimiento por todo lo que Dios nos ha amado enviando a su hijo para que todo aquel que cree en él tenga una vida sin fin”.

“Cuánta razón tenía San Atanasio cuando decía que la resurrección de Jesús hace de nuestra vida una fiesta sin fin”, reconoció el prelado, y advirtió que “si nosotros vivimos admirados por el amor de Dios y vivimos a la luz de la resurrección somos las personas más felices del mundo”.

Para finalizar, monseñor Radrizzani indicó que “por eso, el papa Francisco insiste tanto en este encontrarse con Jesucristo, porque es lo mejor que nos ha pasado en la vida, y darlo a conocer a los demás es nuestra mayor alegría”.

En este Viernes Santo, paso previo a la luz pascual que se celebra el sábado en la vigilia, el arzobispo deseó “para todos aquellos que reciban este mensaje, que vivan esta alegría sin fin que nos da la fe en Jesús resucitado”.+

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