Mons. Castagna: “El mundo necesita a su legítimo Redentor”

Mons. Castagna: “El mundo necesita a su legítimo Redentor”

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Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “se está necesitando a Cristo que viene ‘a quitar el pecado del mundo’ y a restablecer los valores que su gracia infunde en los corazones, pero, que corren el riesgo de ser erradicados por la acción irresponsable de cierto progresismo fuera de control”. “Algunos de ellos se constituyen en motivo de profundas e irreconciliables controversias”, advirtió al recordar “la batalla campal promovida por grupos pro abortista ante la posición ‘pro vida’ liderada por la Iglesia Católica y otros sectores de inspiración cristiana o filosóficamente afines a la misma”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “se está necesitando a Cristo que viene ‘a quitar el pecado del mundo’ y a restablecer los valores que su gracia infunde en los corazones, pero, que corren el riesgo de ser erradicados por la acción irresponsable de cierto progresismo fuera de control”.

“Algunos de ellos se constituyen en motivo de profundas e irreconciliables controversias”, advirtió en su sugerencia para la homilía dominical.

En este sentido, el prelado recordó “la batalla campal promovida por grupos pro abortista ante la posición ‘pro vida’ liderada por la Iglesia Católica y otros sectores de inspiración cristiana o filosóficamente afines a la misma”.

“La intolerancia, expresada en una total falta de respeto a los signos de la fe religiosa, como ha ocurrido en los frentes de varias catedrales de nuestra católica Nación, trasciende el hecho aislado”, sostuvo y agregó: “Generalmente constituyen gestos de grupos minoritarios, pero, mediáticamente poderosos e irreflexivamente aprovechados”.

Monseñor Castagna consideró “lamentable que la población, en su mayoría creyente, no exprese su desvinculación de tal irresponsable provocación, como lo hace al tratarse de otros justos reclamos”.

Texto de la sugerencia

1.- Se hizo hombre y sobrellevó nuestros pecados. El Verbo Eterno vino a establecerse entre nosotros para curarnos de nuestro pecado. Para ello quiso entrar en nuestra escabrosa intimidad, sin comprometer su incontaminable identidad divina. Se hizo hombre y cargó sobre su humanidad, sin merecerlo, las consecuencias dolorosas de nuestros pecados. El Bautismo del Señor en el Jordán, cuyo relato hemos proclamado en la Liturgia de este domingo, es signo del grado de compromiso de Dios con el hombre. El compromiso no es una compulsiva sumisión, a circunstancias y personas, causada por obligaciones contraídas ocasionalmente. Procede de una relación de amor y, por lo tanto, de un intercambio de libertades. Dios está comprometido con su creación, especialmente con el hombre, porque toda ella - y él - es fruto de su amor. El amor no obliga, se expone a una merecida respuesta de amor. De parte de Dios, supone una absoluta y soberana iniciativa; de parte del hombre, constituye una respuesta de amor - movida por la libertad - que lo convierte en un ser auténticamente libre.

2.- Signo de la cercanía de Dios al hombre pecador. En el diálogo con Juan Bautista Jesús da a entender que ajustarse “a toda justicia” es cumplir la voluntad de Dios. No debía Juan solicitar el bautismo, cuando objetó en aquel momento - al creador del verdadero bautismo - sino concluir su misión de precursor. Así lo hizo, embargado por el temor reverencial que le inspiraba el Señor. Decíamos que el bautismo de Jesús en el Jordán constituye el signo elocuente de la cercanía de Dios al hombre pecador. Aparece como uno más, siendo la santidad misma. Es como si prefiriera a los pecadores, dejando a buen recaudo a los justos. No pierde la ocasión de expresarlo, con quienes se manifiestan escandalizados por sus palabras: “Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mateo 9, 13). La presencia del Espíritu y las palabras del Padre confirman su sorprendente misión: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección”. (Mateo 3, 16-17) Quienes tienen fe ya no dudan al escuchar estas palabras. Es Dios mismo que, en el Hijo encarnado, hace que su amor al hombre lo redima del pecado.

3.- Una sociedad enferma y mal formada. Es alarmante la frialdad religiosa que prevalece en algunos protagonistas de la sociedad, en sus principales ambientes. Me refiero a la atmósfera nociva creada por ellos y que respiran todos los ciudadanos, principalmente los más indefensos: hombres y mujeres, niños, jóvenes, estudiantes y profesionales, familias enteras, sobre todo los más pobres y sumidos en la marginalidad. Son quienes absorben las múltiples toxinas que invaden la cultura, la política y algunas expresiones religiosas espurias. Por supuesto que hay responsables, con gran poder económico y una gran influencia en los medios populares de comunicación. ¿Qué hacer ante el avance incontenible del narcotráfico, de la pornografía y de la delincuencia homicida? Se requiere una revisión de los métodos de la seguridad y el ajuste actualizado de las leyes que la resguarden. También se deben promover medidas pedagógicas que aseguren la educación, en todos sus niveles, y una especial atención al fortalecimiento de la familia. La realidad parece contradecir estas elementales exigencias. Como inevitable consecuencia se debilitan las instituciones y la misma sociedad se enferma y desorganiza.

4.- El mundo necesita a su legítimo Redentor. Estamos necesitando a Cristo que viene “a quitar el pecado del mundo” y a restablecer los valores que su gracia infunde en los corazones, pero, que corren el riesgo de ser erradicados por la acción irresponsable de cierto progresismo fuera de control. Algunos de ellos se constituyen en motivo de profundas e irreconciliables controversias. Recordemos la batalla campal promovida por grupos pro abortista ante la posición “pro vida” liderada por la Iglesia Católica y otros sectores de inspiración cristiana o filosóficamente afines a la misma. La intolerancia, expresada en una total falta de respeto a los signos de la fe religiosa, como ha ocurrido en los frentes de varias Catedrales de nuestra católica Nación, trasciende el hecho aislado. Generalmente constituyen gestos de grupos minoritarios, pero, mediáticamente poderosos e irreflexivamente aprovechados. Es lamentable que la población, en su mayoría creyente, no exprese su desvinculación de tal irresponsable provocación, como lo hace al tratarse de otros justos reclamos.+

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