El Papa: no dejarse enceguecer por luces que encandilan, sino seguir la luz que es Jesús

El Papa: no dejarse enceguecer por luces que encandilan, sino seguir la luz que es Jesús

Ciudad del Vaticano (AICA): El santo padre Francisco rezó este viernes el Ángelus, con motivo de la solemnidad de la Epifanía del Señor, ante miles de peregrinos que se congregaron en la plaza de San Pedro del Vaticano, donde llamó a seguir la verdadera estrella que es Jesús, “una luz que no enceguece, pero acompaña y dona una alegría única”. El pontífice advirtió que en la vida de cada uno hay también otras luces “intermitentes”, como las del dinero y el éxito, que “seducen pero con su fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad más densa¨
El santo padre Francisco rezó este viernes el Ángelus, con motivo de la solemnidad de la Epifanía del Señor, ante miles de peregrinos que se congregaron en la plaza de San Pedro del Vaticano, donde llamó a seguir la verdadera estrella que es Jesús, “una luz que no enceguece, pero acompaña y dona una alegría única”.

“También en nuestra vida hay diversas estrellas, luces que brilla y orientan. Somos nosotros que debemos elegir a cuál de ellas seguir. Hay luces intermitentes, que van y vienen, como las pequeñas satisfacciones de la vida: a pesar de ser buenas, no son suficientes, porque duran poco y no dejan la paz que buscamos”, advirtió.

“También existen luces enceguecedoras del espectáculo, del dinero y del éxito, que prometen todo y enseguida: seducen pero con su fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad más densa”, agregó.

El pontífice destacó, en cambio, que “los Magos invitan a seguir una luz estable y gentil, que no tiene ocaso, porque nos es de este mundo: viene del cielo y resplandece en el corazón”.

“Esta luz verdadera es la luz del Señor, o mejor dicho, es el Señor. Él es nuestra luz: una luz que no enceguece, pero acompaña y dona una alegría única”, sostuvo.

Texto del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Celebramos hoy la Epifanía del Señor, o sea la manifestación de Jesús que resplandece como luz a todas las gentes. Símbolo de esta luz que resplandece en el mundo y que quiere iluminar la vida de cada uno es la estrella que guió a los Magos a Belén. Esos, dice el Evangelio, vieron ‘brillar su estrella (Mt 2,2) y decidieron seguirla: hacerse guiar por la estrella de Jesús.

También en nuestra vida hay diversas estrellas, luces que brilla y orientan. Somos nosotros que debemos elegir a cuál de ellas seguir. Hay luces intermitentes, que van y vienen, como las pequeñas satisfacciones de la vida: a pesar de ser buenas, no son suficientes, porque duran poco y no dejan la paz que buscamos”.

También existen luces enceguecedoras del espectáculo, del dinero y del éxito, que prometen todo y enseguida: seducen pero con su fuerza enceguecen y hacen pasar de los sueños de gloria a la oscuridad más densa.

Los Magos, en cambio, nos invitan a seguir una luz estable y gentil, que no tiene ocaso, porque nos es de este mundo: viene del cielo y resplandece en el corazón.

Esta luz verdadera es la luz del Señor, o mejor dicho, es el Señor. Él es nuestra luz: una luz que no enceguece, pero acompaña y dona una alegría única”. Esta luz es para todos y nos llama a cada uno: podemos así sentir nosotros la invitación que hoy nos dirige el profeta Isaías: ‘Levántate, vístete de luz’.

En el inicio de cada día podemos recibir esta invitación: levántate, revístete de luz, sigue hoy entre las tantas estrellas fugaces del mundo, la estrella luminosa de Jesús! Siguiéndola, tendremos alegría, como le sucedió a los Magos, que «cuando vieron la estrella se llenaron de una enorme alegría» (Mt 2,10); porque donde esta Dios hay alegría.

Quien ha encontrado a Jesús ha experimentado el milagro de la luz que rompe las tiniebla y conoce esta luz que ilumina y resplandece. Quisiera, con mucho respeto, invitar a no tener miedo de esta luz y a abrirse al Señor. Sobre todo quisiera decir a quien ha perdido la fuerza de buscar, a quien, afanado por la oscuridad de la vida, ha apagado el deseo: ‘Animo, la luz de Jesús sabe vencer las tinieblas más oscuras’, levántate, ¡coraje!

¿Cómo encontrar esta luz divina? Sigamos el ejemplo de los Magos, que el Evangelio describe siempre en movimiento. Quien desea la luz, de hecho sale de si y busca: no se queda cerrado, quieto, mirando qué sucede en su alrededor, pero pone en juego la propia vida.

La vida cristiana es un camino continuo, hecho de esperanza y de búsqueda; un camino que como el de los Magos prosigue también cuando la estrella desaparece momentáneamente a los ojos. En este camino hay también insidias que es necesario evitar: los comentarios superficiales y mundanos que frenan el paso; los caprichos paralizantes del egoísmo; los baches del pesimismo que encierran la esperanza.

Estos obstáculos bloquearon a los escribas, de los cuales habla el Evangelio de hoy. Ellos sabían dónde estaba la luz, pero no se movieron. () Su conocimiento fue vano: no basta saber que Dios ha nacido, si no se hace con Él la Navidad en el corazón ()

Los Magos lo hicieron: encontrado el Niño, “ellos se postraron y adoraron”: entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Después le donaron oro, incienso y mirra, o sea sus bienes más preciosos. Aprendieron de los Magos a no dar a Jesús solo los retazos de tiempo y algún pensamiento cada tanto, contrariamente no tendríamos su luz. Como los Magos, pongámonos en camino, revistiéndonos de luz, siguiendo la estrella de Jesús, y adoremos al Señor con todo nuestro ser.+

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