“Cuando las cosas se ponen oscuras, más oración, y habrá más esperanza”, aconsejó el Papa

“Cuando las cosas se ponen oscuras, más oración, y habrá más esperanza”, aconsejó el Papa

“La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración. Y habrá más esperanza”, expresó esta mañana el papa Francisco en la audiencia general continuando con sus catequesis sobre la esperanza. Hoy, tomando el ejemplo de la historia del profeta Jonás, el Papa reflexionó sobre la relación entre la esperanza y la oración.

“La esperanza y la oración, dijo Francisco, van de la mano y ayudan a descubrir al verdadero Dios”.

El pontífice explicó que “en la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, destaca una figura un poco anómala, un profeta que intenta sustraerse a la llamada del Señor rechazando ponerse al servicio del plan divino de salvación: el profeta Jonás”.

“Es un profeta ‘en salida’ que Dios envía ‘a la periferia', a Nínive, para convertir a los habitantes de esa gran ciudad”, explicó el Papa y añadió que “cuando Dios manda a Jonás a predicar en esa ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo, busca sustraerse a su misión y huye”.

Francisco señaló que el comportamiento de Jonás permite reflexionar sobre la “esperanza y la oración”, ya que “demasiado fácilmente desdeñamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuese solo una oración interesada, por tanto, imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos acordamos de Él para pedir ayuda y con la sonrisa indulgente de un padre responde de manera benevolente”.

El Papa recordó que Jonás, durante la travesía en mar, encontró en el barco a unos paganos que al verse en peligro por una tempestad se ponen a rezar e invitan al profeta a unirse a ellos. “Ante la muerte –dijo Francisco– el hombre reconoce su fragilidad y se abre a Dios con una oración llena de esperanza”.

Finalmente Jonás asume su responsabilidad y “se sacrifica para que los paganos se salven” y “se opera un milagro aún más grande: “gracias a esta experiencia de muerte logran encontrar al Dios de la vida, transformándose su oración en una acción de gracias”, explicó el Santo Padre.

Después de la catequesis el Santo Padre saludó a los peregrinos de distintas lenguas y recordó que hoy iniciamos la Semana de Oración por la unidad de los cristianos.

El pontífice exhortó a que “pidamos insistentemente al Padre por la unidad de todos los cristianos” y señaló que este año, nos hace reflexionar sobre “el amor de Cristo que empuja a la reconciliación”. Por eso invitó a los jóvenes a rezar para que “todos los cristianos vuelvan a ser una única familia” y pidió a los enfermos que ofrezcan sus sufrimientos “por la causa de la unidad de la Iglesia”.

Catequesis del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, resalta una figura un poco anómala, un profeta que trata de escaparse de la llamada del Señor rechazando en ponerse al servicio al plan divino de salvación. Se trata del profeta Jonás, de quien se narra la historia en un pequeño libro de sólo cuatro capítulos, una especie de parábola que contiene una gran enseñanza, aquella de la misericordia de Dios que perdona.

Jonás es un profeta “en salida” – pero también un profeta en fuga –, es un profeta en salida que Dios invita ir “a las periferias”, a Nínive, para convertir a los habitantes de aquella gran ciudad. Pero Nínive, para un israelita como Jonás, representa una realidad peligrosa, el enemigo que ponía en peligro a la misma Jerusalén, y por lo tanto de destruir, no cierto para salvar. Por eso, cuando Dios envía a Jonás a predicar en aquella ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo de perdonar, trata de escapar a su misión y huye.

Durante su fuga, el profeta entra en contacto con algunos paganos, los marineros del navío en el cual se había embarcado para alejarse de Dios y de su misión. Y huye lejos, porque Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España, huye en serio. Y es justamente el comportamiento de estos hombres, como después será el de los habitantes de Nínive, que nos permite hoy reflexionar un poco sobre la esperanza que, ante el peligro y la muerte, se expresa en oración.

De hecho, durante la travesía en el mar, se desata una fuerte tormenta, y Jonás baja a la bodega del barco y se queda dormido. Los marineros en cambio, viéndose perdidos, «invocaron cada uno a su dios», eran paganos (Jon 1,5). El capitán de la nave despertó a Jonás diciéndole: «¿Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos» (Jon 1,6).

La reacción de estos “paganos” es la justa reacción ante la muerte, ante el peligro; porque es entonces que el hombre tiene la completa experiencia de la propia fragilidad y de la necesidad de salvación. El instintivo horror de morir revela la necesidad de esperar en el Dios de la vida. «Tal vez Dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos»: son las palabras de la esperanza que se convierte en oración, aquella suplica llena de angustia que sale de los labios del hombre ante un inminente peligro de muerte.

Con demasiada facilidad despreciamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuera solo una oración interesada, y por ello imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos recordamos de Él para pedir ayuda, y con la sonrisa indulgente de un padre, Dios responde afectuosamente.

Cuando Jonás, reconociendo sus propias responsabilidades, se hace arrojar al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente llevó a aquellos hombres paganos a la oración, ha hecho también que el profeta, no obstante todo, viviera su propia vocación al servicio de los demás aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los sobrevivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a la alabanza. Los marineros, que habían orado por miedo dirigiéndose a sus dioses, ahora, con sincero temor del Señor, reconocen al verdadero Dios y ofrecen sacrificios y elevan votos. La esperanza, que los había llevado a orar para no morir, se revela aún más potente y obra en una realidad que va más allá de cuanto ellos esperaban: no solo no perecen en la tempestad, sino se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra.

Sucesivamente, también los habitantes de Nínive, ante la perspectiva de ser destruidos, oraran, impulsados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocaran al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán del barco, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, […] de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber enfrentado la muerte y haber salido vivos los llevó a la verdad. Así, bajo la misericordia divina, y todavía más a la luz del misterio pascual, la muerte puede convertirse, como ha sido para San Francisco de Asís, en “nuestra hermana muerte” y representar, para todo hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión para conocer la esperanza y encontrar al Señor.

Que el Señor nos haga entender esto, la relación entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración. Y habrá más esperanza. Gracias.+”

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