El Papa invita a preparar nuestro corazón para recibir a Jesús en esta Navidad

Ciudad del Vaticano (AICA): “Con el nacimiento de Jesús en Belén es Dios mismo que toma morada en medio de nosotros para liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción”, expresó el papa Francisco este domingo, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, desde la ventana del Palacio Apostólico y ante los miles de fieles que colmaban la plaza de san Pedro para rezar con el pontífice en este segundo domingo de Adviento.
“Con el nacimiento de Jesús en Belén es Dios mismo que toma morada en medio de nosotros para liberarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción”, expresó el papa Francisco este domingo, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, desde la ventana del Palacio Apostólico y ante los miles de fieles que colmaban la plaza de san Pedro para rezar con el pontífice en este segundo domingo de Adviento.

Francisco, reflexionó sobre las lecturas del Evangelio del día, en las que se lee la invitación de Juan: “¡Conviértanse porque el reino de los cielos está cerca

El Papa explicó que “se trata de un anuncio gozoso: viene el reino de Dios, es más, está cerca, está en medio de nosotros”. “Este es el mensaje central de toda misión cristiana”, añadió.

Francisco se preguntó: “¿qué es esto del reino de los cielos?”. “Pensamos rápidamente en algo que respecta al más allá: la vida eterna. Cierto, el reino de Dios se extenderá sin fin más allá de la vida terrena, pero la hermosa noticia que Jesús nos lleva es que el reino de Dios no debemos esperarlo en el futuro: se acercó, de alguna manera está presente y podemos experimentar hasta ahora la potencia espiritual”.

“Dios viene a establecer su señorío en nuestra historia, en nuestra vida de cada día; y allá donde es recibido con fe y humildad germinan el amor, la alegría y la paz”.

“Que la Virgen María nos ayude a prepararnos al encuentro con este Amor cada vez más grande que en la noche de Navidad se hizo pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del reino de Dios”, concluyó el pontífice su reflexión. +


Palabras del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de este segundo domingo de Adviento resuena la invitación de Juan el Bautista: “¡Conviértanse porque el reino de los cielos está cerca!” (Mt 3,2). Con estas palabras Jesús dará inicio a su misión en Galilea (cfr Mt 4,17); y tal será también el anuncio que deberán llevar los discípulos en su primera experiencia misionera (cfr Mt 10,7). El evangelista Mateo quiere así presentar a Juan como el que prepara el camino al Cristo que viene, y los discípulos como los continuadores de la predicación de Jesús. Se trata del mismo alegre anuncio: ¡viene el reino de Dios, es más, está cerca, está en medio de nosotros! Esta palabra es muy importante: “el reino de Dios está en medio de ustedes”, dice Jesús. Y Juan anuncia esto que Jesús luego dirá: “El reino de Dios vino, llegó, está en medio de ustedes”. Este es el mensaje central de toda misión cristiana. Cuando un misionero va, un cristiano va a anunciar a Jesús, no va a hacer proselitismo como si fuera un hincha que busca más seguidores para su equipo. No, va simplemente a anunciar: “¡El reino de Dios está en medio de ustedes!”. Y así el misionero prepara el camino a Jesús, que encuentra a su pueblo.

¿Pero qué es este reino de Dios, reino de los cielos? Son sinónimos. Nosotros pensamos enseguida en algo que se refiere al más allá: la vida eterna. Cierto, esto es verdad, el reino de Dios se extenderá sin fin más allá de la vida terrena, pero la buena noticia que Jesús nos trae —y que Juan anticipa– es que el reino de Dios no tenemos que esperarlo en el futuro: se acercó, de alguna manera está ya presente y podemos experimentar desde ahora el poder espiritual. Dios viene a establecer su señorío en la historia, en nuestra vida de cada día; y allí es recibido con fe y humildad brotan el amor, la alegría y la paz.

La condición para entrar a formar parte de este reino es cumplir un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos. Convertirnos cada día, un paso adelante cada día. Se trata de dejar los caminos, cómodo pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio. Y de abrir sin embargo el camino al Señor que viene: Él no quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción, de estas estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, tener sed de riquezas y buscar el placer a cualquier precio.

La Navidad es un día de gran alegría también exterior, pero es sobre todo un acontecimiento religioso por lo que es necesaria una preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por la exhortación del Bautista: “Preparen el camino al Señor, allanad sus senderos” (v. 3).

Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus senderos cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados en el sacramento de la penitencia. En este sacramento experimentamos en nuestro corazón la cercanía del reino de Dios y su salvación. La salvación de Dios es trabajo de un amor más grande que nuestro pecado; solamente el amor de Dios puede cancelar el pecado y liberar del mal, y solamente el amor de Dios puede orientarnos sobre el camino del bien.

Que la Virgen María nos ayude a prepararnos al encuentro con este Amor cada vez más grande que en la noche de Navidad se hizo pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del reino de Dios”. +

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